Cuando oí hablar del Malamén, fui referido a otro personaje como es Masiosare (usted sabe, el extraño enemigo). Esto por aquella oración que termina así: .... y libranos del MalAmén.Pero aparentemente no viene de ahí sino de una "amiga" de la familia de uno de los socios del lugar, cuyo diario fue encontrado lleno de anécdotas de viajes y comidas, tomando de ellas el concepto del lugar, que podría considerarse ecléctico.
Ubicado en Emilio Castelar, justo frente al Parque Lincoln, esta pintado todo de blanco, con un bonito mural de Marco Colín en la parte superior y algunos otros elementos decorativos pequeños.
He de decir que si bien había oído varios comentarios positivos de este lugar mi primera impresión no fue buena, esto debido a que al llamar por la tarde para responsablemente hacer una reservación, me dijeron que no tomaban, que la última hora era a las 7:00 pm. Como no tengo las costumbres norteamericanas de cenar tan temprano, fuimos a una hora prudente (8:30) en espera de encontrar lugar, que si lo hubo afortunadamente, pero me encuentro con una mesa (de hecho fueron dos) con un claro y bonito letrero de "reservado". En otras palabras, ¡¿de que se trata?!
Las mesas, al igual que la decoración son minimalista y en tonos blancos. Pero donde me decepciona BASTANTE es al ver un servilletero muy barato de acero, con servilletas sencillas. Así cómo un salero digno de una lonchería. Lamentable. Sobretodo porque estamos en Polanco! en Emilio Castelar, en un restaurante que sí bien tiene precios justo, de ninguna manera es barato. Lo menos que hubiera esperado hubiera sido servilletas de mejor nivel y de preferencia con el logo del restaurante.
El mesero llega y ofrece una bonita carta de bebidas que cuenta con diversos cócteles, en los que relata aventuras de Malamén. Además de esas bebidas da gusto ver que tienen una amplia opción de cervezas artesanales. Así mismo me llamó gratamente la atención que tuvieran dentro de las bebidas BOINGs de varios sabores.
El mesero ofrece unos "siders" que son pequeñas botanitas entre que las que escogimos una ensalada rusa con cangrejo y unas lentejas con camarón, que estaban muy buenas. Claro que al mesero no se le ocurrió mencionar que tienen costo, no mucho $30 cada una, pero molesta.
Llega la carta, de buen tamaño, original en su tipografía, siguiendo el formato y decoración del restaurante, incluidos los dibujos de Colín. El único pero, y es importante, es que la contra cara del mismo está completamente en blanco. Se me hace un desatino que era fácilmente solucionable con el logo del restaurante.
Los platillos son variados y rallan en el "comfort food" pues hay sandwiches, hamburguesas y hasta tacos.
Pedimos la hamburguesa de chistorra y queso Oaxaca, y también la de Gorgonzola. De buen sabor, acompañadas por una generosa porción de papas a la francesa bien fritas. Sobretodo la de chistorra la consideraría una creación original y divertida. Vale la pena, aunque la porción no es precisamente algo que llamara generosa.
Hay que darle mención especial al mesero que conoce los productos, sabe recomendar y está al pendiente del comensal. Además por supuesto, es atento, sonríe y tiene buena actitud. Se gana el 15% que difícilmente otorgo.
De postre pedimos, la muy recomendada malteada de flan de cajeta. Cumple las expectativas. Literalmente es una malteada de excelente sabor con cajeta por todos lados. Deliciosa. Decadente en lo referente a calorías , pero no se arrepiente de la elección.